La Escuela Interamericana de Bibliotecología organizó Un café con el Consejo Nacional de Bibliotecología, ahora que andan tan de moda los encuentros virtuales en estas épocas de pandemia que estamos viviendo. Seguí el evento y aquí hago una narración informal de cómo lo interpreté, además de buscar capturar la esencia de cómo se está percibiendo al honorable Consejo. Para ser claros: una parodia que intenta ser más ruin que la presentación de ciertas personas del Consejo en ese café. Una reflexión desenfadada sobre el Consejo Nacional de Bibliotecología plagada de errores que no debe tomarse en cuenta.
El café del Consejo en términos generales
Veo un trino de Ascolbi que recuerda que hoy hay un webinar a las 10 AM. Un buen plan de sábado de confinamiento. Ya había visto el conversatorio de Ascolbi y surgieron ideas muy interesantes allí, aunque se evidenciaba que la gente llegaba muy molesta a hacer reclamos por el costo de la tarjeta profesional, pero buena parte del conversatorio se fue explicándole a la gente cuál es la función de la asociación nacional de bibliotecólogos y cuál la del Consejo. Pensé que ahora escucharía la contraparte y estaría muy bien contrastar una institución de la sociedad civil como lo es Ascolbi, con una del Estado, como el Consejo.
La cosa me parecía interesante, porque hace algunos días recibí, vía boletín de Ascolbi, la radicación del derecho de petición con varios puntos (34, gritaba Isabelita en el video) donde la asociación le preguntaba al Consejo sobre diferentes temas y el Consejo no respondía. Yo mismo he padecido visto lo complicado que es comunicarse con el Consejo, por ejemplo con esta Carta abierta de la cual ya les hablaré. A propósito, el pasado marzo mi carta abierta cumplió dos años sin ser respondida. Si mi carta abierta fuera un bebé ya no necesitaría pañales. Además podría decir varias palabras y cantaría. Tal vez debería esperar a que mi carta abierta cumpla 18 para que sea mayor de edad y la tomen en cuenta ¡o mejor! imagino que mi carta abierta debería cumplir unos 24 años, para poderle sacar su tarjeta profesional a ver si por fin me la responden. Eso si, si mi carta abierta es juiciosa y no se tira ningún semestre.
No tengo Facebook, por lo que me tocó hacer algunas maromas para conectarme al Facebook live desde el móvil. La consecuencia de eso fue que me perdí los comentarios y no me puse a leer todo lo que les escribían, pero de cuando en vez quien moderaba de la Escuela hablaba sobre el éxito de la participación:más de 170 personas conectadas, más de 200 preguntas por el chat. Es decir: a la gente le interesa escuchar al Consejo y es un golazo de la Escuela Interameticana de Bibliotecología, a quienes felicito por la organización. Al no usar Facebook no pude hacer comentarios, pero para eso tengo este blog que me puede servir para contarles de mis cuitas y que resucitó luego de haber estado por varios años en Nomono.co.
Lo que vi fue un Consejo afanado por explicar por qué si están trabajando, por qué esos críticos no tienen razón y por qué su labor sacrificada merece respeto que los guaches de otras instituciones osan discrepar. Creo que el Consejo se molestó porque hasta donde había entendido era una organización Estatal que se encargaba de premiarse los unos a los otros (como lo muestra este informe) y se le estaba pidiendo que hiciera algo más que cobrar por tarjetas y mandar miles de correos como si la defensa de la profesión se redujera al SPAM. Si yo fuera del Consejo claro que estaría molesto. Bueno pero no sería justo generalizar, creo que en el Consejo hay personas muy profesionales a quienes conozco de cerca y sé de su excelente trabajo y calidad humana. Lástima que no se les escuchó tanto en el café.
Los valores invertidos
El Consejo Nacional de Bibliotecología de Colombia me parece que tiene la brújula al revés. Al parecer su norte es nuestro sur o todo está patas arriba. Y aquí fue cuando ocurrió: el Consejo Nacional de Bibliotecología calificó de «mercachifles» a aquellos que se la pasan anunciando lo que hacen. Aquí el momento exacto en el que ocurrió:
Algo sonó muy mal. A ver si lo entendí: el mensaje del Consejo Nacional de Bibliotecología de Colombia es que ser transparente es ser un mercachifle. Es decir, la institución Estatal que vela por los profesionales que trabajan en acceso a la información califica de «mercachifles» a quienes dan acceso a la información. Es decir que tenemos una institución con los valores completamente contrarios a los que representa. El Consejo Nacional de Bibliotecología, consejo conformado por ministerios, asociaciones bibliotecarias y academia califica de mercaderes de poca importancia a quienes se dedican a informar sobre las actividades que realizan. Y yo que creía que la transparencia servía para combatir la corrupción. No sé ustedes, pero al menos a mi me parece que el Consejo le debe una disculpa al gremio.
Las explicaciones no pedidas
Algo que se repitió bastante es que quienes trabajaban en el Consejo lo hacían ad honorem y que el Consejo no recibía dinero. Luego se dijo que lo único que se recibía era lo de las tarjetas profesionales, que hoy, en 2020 sacar una tarjeta profesional vale $532.000, como lo anuncian en su sitio web. En el 2018 expidieron 159 tarjetas profesionales, haciendo un cálculo con mis malas matemáticas a inicios de 2019 tenían $84.588.000. No sé si se enredaron o les parece una suma despreciable, pero más de 80 millones al año es muy diferente a no recibir dinero.
Como sea, luego me sorprendió escuchar que en el Café decían que no se habían robado ni un sólo peso. ¿Quién les estaba pidiendo explicaciones sobre robo de dinero? No pude evitar pensar en ese dicho de mi abuela: explicación no pedida acusación manifiesta.
Es muy raro que en un café virtual una organización salga a decir que no se ha robado la plata que custodia, más aún cuando al inicio de la charla dicen que no reciben ingresos. Un momento, me perdí. ¿Al fin reciben o no reciben dineros?
Las remembranzas eternas
El cierre de la charla contó con una aclaración con un trabajo que hicieron del 2010 al 2016 que terminó en nada: la actualización a la ley que se cayó. Lo que pasó en el 2016 cuando estábamos con no se quiensitos y nos reuníamos a las 7 de la mañana, que eran parte si sé quien más presentamos una modificación a la ley que no pasó. Estamos en 2020 discutiendo de trabajos inconclusos de 4 años antes. Es como si les contara del nombre que me hubiera puesto mi mamá si hubiera nacido mujer: Natalia. Es bonito, es anecdotico, pero a menos que deje de ser un cisgénero eso no le importa a nadie y no sirve para nada en estos espacios.
A ratos me daba la impresión que hablaban más de las personas que pasaron hace décadas por el Consejo que de los participantes actuales. Pero como dicen: todo tiempo pasado fue mejor. Ah no, ¡pero esperen un momento! Claro, como trabajamos en instituciones de memoria ha de ser que necesitamos evidenciarlo. No me cuadra es que más arriba en el video decían que hay que pasar la página. Me perdí nuevamente.
La personalización de las instituciones
Les propongo que entendamos al Consejo Nacional de Bibliotecología como una institución y evitemos las personalizaciones. Es decir, en el café decían que el Consejo funcionaba por la voluntad de seis personas, pero creo que ese es un enfoque equivocado. Se debe entender al Consejo como un espacio donde se cruzan múltiples instituciones.
Es muy diferente que el Consejo es Nestor, Inés, Martha y Pulgarcita a decir que el Consejo es el Ministerio de Educación, el Ministerio de Cultura, el Ministerio de Ciencia y Tecnología, la Asociación Nacional de Bibliotecólogos y la Academia de bibliotecología en el país. Si se personaliza el Consejo es porque no se entiende el valor de la representatividad. Quien hace parte del Consejo no habla en su nombre, sino en nombre del sector que representa, pero el café mostró que se trata de un club de personas y no de una institución con representatividad nacional. Si la persona que está representando a un Ministerio, quiere decir que esa tarea está a cargo de esa institución y tiene muchísimas personas que trabajan en ella y le podrían ayudar a cumplirla.
De las personas no tengo mucho que decir. Pueden caerme bien, mal o serme indiferentes, pero es que no se trata de las personas, sino de las instituciones que representan. Es un error personalizar las cosas aquí.
El complejo de Chespirito
Me encanta cuando todo el mundo se trata de «doctor». ¿Será que tenemos un complejo de Chespirito? Ya me imagino cómo sería yo de presidente del Consejo Nacional de Bibliotecología. En mis reuniones, un diálogo obligatorio sería más o menos así:
- Oye David
- Dígame doctor
- «Doctor»
- Gracias, muchas gracias
- No hay de queso, no más de papa. Oye David ¿Ya mandamos el SPAM de este mes?
- ¡Chanfle!
La percepción de la gente
Tengo una leve intuición de que la gente cree que el Consejo ignora a los profesionales a los que representa. No estoy seguro, pero algo me dice que el Consejo se percibe como una institución que trabaja por el bien de algunos de las personas que se encuentran allí. Luego del café alguien me envió este meme, que no hice yo.

Mis cuitas personales con el Consejo
Aprovecho esta oportunidad para hacer un seguimiento a algunas de las publicaciones en este blog. Claro, como nos gustan tanto las remembranzas, pues yo voy a hacer las mías.
El código de ética
Recuerdo necesitar el código de ética para los debates de derecho de autor en el 2016. El código refleja los valores del gremio y quería saber en dilemas éticos profesionales, cuáles son los valores que promovía el Consejo. Si hubiera tenido este café con el Consejo me hubiera quedado claro que la transparencia es para mercachifles y que esos son los valores que el Consejo promueve.
Hice una publicación preguntando dónde estaba el código de ética porque no lo encontraba. Recuerdo que Angélica Beltrán Lozano comentó diciendo que estaba confundida, porque yo afirmaba que no teníamos código pero le habían dicho que si y en el sitio web estaba. Entré a revisar y me alegré porque probablemente mi post algo había movido. Capaz que no y son procesos mucho más largos, pero me quedó un mal sabor de todo esto. Como si uno le señalara al Consejo que hace falta algo, lo arreglaran y después hicieran como que siempre había estado allí.
En el sitio web del Consejo de enero de 2016 no se encontraba por ningún lado el código de ética. En marzo del 2016 el sitio web se reestructuró y el código de ética apareció en el menú superior. ¿Será que el Consejo funciona solamente si uno hace veeduría ciudadana? Si es así creo que esta es nuestra situación profesional.
El cambiante plan estratégico
En el Plan Estratégico de 2016-2017 se le apuntaba a la reforma de la ley 11. Como sabemos eso no pasó. En ese mismo plan estratégico se buscó mantener el contacto con la gente a través de una cuenta de Twitter en la línea de acción de relación con el medio social. Al parecer se voló el pajarito y con él las intenciones de reformar la ley.
Al ver el plan estratégico de este año… uy un momento. ¿Estamos en el 2019? Todavía no se ha publicado el Plan estratégico del 2020-2021. Pero bueno, los entiendo. Como el mundo se va a acabar con la pandemia, es apenas lógico que no tengamos planes para el futuro.
Pensaba que estaría bien ir comprobando la trayectoria de los planes estratégicos, pero claro, recordé que dar acceso a la información es cosa de mercachifles.
La carta abierta: ya dos años

El pasado 22 de marzo mi carta abierta al Consejo Nacional de Bibliotecología cumplió dos años. En el café decían que es porque uno no usa los canales oficiales, pero es que incluso usándolos no hay respuesta. En el café preguntaban qué hacen los profesionales por la profesión. Pues bueno, ya que lo preguntan lo responderé.
Soy el único asesor experto (expert advisor) del Sur Global en el Copyright and Another Legal Matters de IFLA, la Federación Internacional de Bibliotecarios. También soy uno de los tres colombianos con voz y voto en la Sección de Latinoamérica y el Caribe de IFLA. En pocas palabras puedo asesorar a la Junta de Gobierno de la Federación Mundial de Bibliotecarios en temas de derecho de autor y bibliotecas, pero en mi propio país la entidad que podría tener debates de fondo en el tema está concentrada en enviar SPAM e interpreta eso como «defensa de la profesión». De hecho me gustaría saber si realmente está teniendo impacto, porque una cosa es enviar correos y otra que el mensaje llegue.
Pensar el Consejo
Creo que como gremio nos debemos pensar mejor el rol del Consejo. Siento que el Consejo tiene los valores invertidos y deberíamos reflexionar sobre qué valores queremos promover en nuestra sociedad. Hay una serie de ideas que se me ocurren a ver qué les parecen.
Su relación con Ascolbi
Las malas lenguas dicen que antes el Consejo y Ascolbi compartían oficina. Dicen (y no me consta) que cuando Ascolbi le propuso al Consejo que les pagaran un arriendo, cosa que podría ayudar a sostener a la asociación, el Consejo se embejucó y compró la nueva oficina donde están funcionando ahora. Creo que el Consejo necesita de Ascolbi, porque lo acerca a la comunidad bibliotecaria y Ascolbi necesita al Consejo porque puede promover iniciativas en el gobierno.
Hablando de la oficina fue un poco raro que se hablara de los más de 180 millones de pesos que se invirtieron en la oficina del Consejo y se invitara a asistir, eso si, con cita previa porque la gente no está allí todo el día, en tiempos de pandemia. «Allí está invertida su plata» se escuchó en el café. En una oficina que nadie puede visitar porque hay que quedarse en casa. Me pregunto ¿cuánto será 180 millones de pesos en peloticas de ping pong? Creo que con la situación actual, la oficina y las peloticas vendrían a servir para lo mismo.
El Consejo es una entidad muy valiosa e importante, pero como dije, creo que tiene los valores invertidos, se está pensando como personas y no instituciones y hace falta gente con una visión diferente de la profesión en Colombia.
Una asociación unipersonal
Las malas lenguas también me contaron (como se habrán podido dar cuenta tengo muy malas relaciones, mejor no sean mis amigos) que el Consejo busca mantener a algunas de las personas que están en él. Por eso se creó una asociación de egresados de la carrera de bibliotecología de La Salle cuya presidenta es Isabelita. Eso querría decir que la movida que está ocurriendo ahora es que se busca que Ascolbi tenga menos puestos y en cambio uno de esos puestos sea ocupado por esta nueva asociación.
En otras palabras: quieren quitarle poder a una asociación de bibliotecarios nacional, para darle ese poder a una asociación de egresados de Bogotá. Además resultó muy curioso y triste que los mismos egresados de la U de La Salle ni siquiera sabían que esa asociación se había creado. ¿Será acaso una asociación unipersonal?
El Consejo y su representatividad
¿A quienes está representando el Consejo? Yo sé que hay gente muy buena en el Consejo y han pasado personas con muchísima visión pero ¿acaso no hay profesionales que puedan aspirar a esos cargos y que tengan otros valores en mente?
Tal vez sea necesario un cambio. Necesitamos un Consejo que represente los valores más altos de nuestra profesión. ¿No creen? Necesitamos gente que piense en colectivo, lastimosamente pareciera que para algunos «colectivo» es un bus chiquito nada más.
Un muy buen ¿café?
Hay que agradecer a la Escuela Interamericana de Bibliotecología que hizo este evento y permitió que este espacio de reflexión y de contacto ocurriera. Lamento mucho haber visto a un Consejo así, porque me parece que el mensaje que dejaron fue lamentable, pero espero, como lo prometí al principio, haber sido más ruin que algunos en el Consejo.
Tal vez la reflexión que me queda de esto es que si ser transparente implica ser un mercachifle, soy el mercachifle más orgulloso de mi profesión. Creo que los mercachifles tienen más chance de derrotar a la corrupción que la gente respetuosa que no rinde cuentas.
A propósito ¿qué café se habrán tomado? ¿Será que a algunos el café les salió muy amargo? Si algún día van a las oficinas del Consejo no tomen café, pidan más bien agüita por si las moscas.
Actualizaciones
2020-05-11
El amigo de un amigo me hizo llegar este otro meme que andan compartiendo en grupos de Internet (¡Gracias ya-tu-sabes-quien!).

Deja una respuesta